¿Cómo reconocer la agresividad en niños de 6 a 12 años?

AGRESIVIDAD EN NIÑOS DE 6 A 12 AÑOS
Índice
  1. ¿Es Normal La Agresividad En Niños De 6 A 12 Años?
  2. ¿Cómo Reconocer La Agresividad En Niños De 6 A 12 Años?
  3. Causas
    1. Problemas familiares
    2. Problemas de salud
    3. Trastornos de conducta
    4. En la tercera posición de las causas más frecuentes, hallamos a los trastornos de conducta, los cuales se centran en un patrón repetitivo y persistente del comportamiento en el que, por lo general, las reglas sociales establecidas que se relacionan con la edad y los derechos básicos de los demás son transgredidos constantemente.
    5. Además, dichos trastornos tienden a involucrar conductas de agresión severa, siendo las personas y los animales las principales víctimas. A menudo los niños que presentan estos síntomas, disfrutan comenzar discusiones y presentar resistencia ante cualquier cosa que se les asigne.
    6. A esto se le suma también comportamientos combinados con el Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), debido a que con regularidad ocasionan que a los pequeños se les tilde de niños problemáticos y se les suspenda en la escuela.
    7. Aunado a la ayuda profesional de psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras y docentes, los padres deben llevar una adecuada educación en las casas. El menor necesita obligatoriamente que de vez en cuando se le fijen límites y se les enseñe a cómo controlar su agresividad de la mejor manera.
    8. Trastornos del aprendizaje
    9. Traumas emocionales
    10. Exposición a contenido audiovisual violento
  4. Principales recomendaciones para corregir este comportamiento
    1. Responde al instante ante conductas agresivas
    2. Mantén una disciplina constante
    3. Fomenta siempre el autocontrol

El día de hoy, hemos querido hablar acerca de cómo reconocer la Agresividad En Niños De 6 A 12 Años, debido a que, con frecuencia, algunos infantes durante su desarrollo conductual comienzan a presentar ataques de agresividad fuertes y los padres no saben cómo proceder. Si quieres saber un poco más sobre el tema, ¡quédate y aprende con nosotros!

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¿Es Normal La Agresividad En Niños De 6 A 12 Años?

Primero comencemos con la pregunta que un sinfín de padres y tutores legales se hacen frecuentemente ¿es normal la agresividad en niños de 6 a 12 años?, pues la respuesta es no. Lo decimos así sin más porque el comportamiento violento en un menor siempre será una clara señal de que este necesita ayuda profesional inmediata para controlar sus emociones.

Durante el primer año de vida, no es muy común que se piense que un niño se comporta de forma agresiva, incluso cuando se observa que está empujando, jalando o ejerciendo fuerza contra otros, ya que estas son simples indicios de que su energía está siendo dirigida hacia afuera y con firmeza, de manera que se manifieste la maduración saludable de la agresividad.

Esto en comparación con un niño menor a los nueves meses, el cual, al tirar el cabello a alguien, no se le pasa por la mente que su acción le podría causar dolor a otro. El bebé sólo lo hace con el mismo espíritu entusiasta y juguetón que se puede observar en otras actividades realizadas en su cotidianidad.

Ya para el segundo año, cuando el infante logra desarrollar una mejor conciencia de que está agrediendo a alguien más y de que existe el “tú y yo”, es el justo momento en el que se da cuenta de que su comportamiento está causando enojo y lo hace aun así intencionalmente.

Por lo habitual, no se cataloga a un niño como cruel y hostil hasta que se noten una serie de conductas inadecuadas durante algún momento de su segundo año. Antes de eso, el niño no tiene el suficiente conocimiento acerca de la causa y el efecto, por ende, no puede entender las consecuencias de sus actos, ni muchos menos cómo regularlos para no afectar al resto.

En las ocasiones en los que los lactantes que se aproximan a los 15 meses destruyen objetos frágiles, estos simplemente lo hacen porque sienten placer al expresar su confianza sin pensar en el resultado. Sin embargo, son muchos los padres que cuentan que su pequeño sabe muy bien*que no debe golpear o morder a nadie.

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Nada más alejado de la realidad, pues cuando ellos lo regañan por haber hecho algo si parece un poco avergonzado, pero no porque comprenda que ha lastimado a otro o ha roto un objeto importante, sino más bien porque siente que sin quererlo ha conseguido la desaprobación de sus padres.

A la inversa es exactamente lo mismo, si lo elogian por comportarse con amabilidad y decencia, asocia ciertos conceptos y, al agradarle la aprobación de su comportamiento en el momento, lo sabe y busca repetirlo. En líneas generales, lleva mucho tiempo y dedicación para que el infante logre entender que el golpear y el morder no se aplica en una infinidad de situaciones.

Los niños muy pequeños, en especial los menores a tres años y medio, saben muy poco sobre su fuerza. En estas edades todavía no hallan las diferencias existentes entre un beso y un mordisco, una caricia y un golpe, o un suave tirón y un empujón.

A menudo se le necesita hacer recordatorios como: “Déjame mostrarte cómo se acaricia a otro bebé, a la mascota de la familia o la mejilla de papá”; “Acariciar se siente bien, mientras que golpear duele”, “Hazlo así, despacito y con suavidad”, entre otros.

Un niño que se enoja de vez en cuando, no sufre de agresividad. No obstante, cuando a partir de los siete años y, de manera constante, se muestran conductas sumamente violentas, tales como: insultos, golpes, rompimientos de objetos y faltas de respeto, con el fin de resolver situaciones en específico, si se puede considerar que está pasando algo grave.

En este tipo de casos, se cree que el pequeño hace uso de la violencia para relacionarse con su entorno. Dichos comportamientos, comúnmente se dan en un contexto en el que el menor presenta una notable dificultad en la gestión de sus emociones.

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Asimismo, también se puede tratar de conductas adquiridas por medio de la imitación de adultos o dinámicas familiares en las que los conflictos y discusiones son abordadas de forma violenta. Cabe destacar que siempre se debe tomar en consideración que los niños violentos no existen, lo que sí existen son las conductas agresivas.

De esta forma, se estaría evitando encasillar al niño con una etiqueta que a la larga tendría importantes consecuencias en su autoestima y el concepto que tiene de sí mismo. Simplemente a algunos niños les cuesta un poco más regular sus emociones, por lo que tardan mucho más tiempo en conseguirlo.

Es crucial tener presente que la intensidad con la que cada niño siente las emociones es diferente, por ello se le debe ayudar para que aprenda a expresar su enfado de otras formas. Para lograrlo, es fundamental el papel de los adultos como un buen ejemplo.

Los adultos son quienes deben descubrir qué les sucede y el motivo, y a la par ir ofreciéndoles modelos de comportamiento respetuosos adecuados a su edad. Nadie se defiende inconscientemente si no siente inseguridades, miedo o una autoestima muy baja.

¿Cómo Reconocer La Agresividad En Niños De 6 A 12 Años?

Actualmente, en casi cualquier grupo que esté compuesto por niños de una edad comprendida entre los 6 y 12 años, es habitual que se dé al menos un caso de agresividad en niños de 6 a 12 años. Por lo tanto, también es muy común que en las consultas se vean muchos padres preocupados por el comportamiento agresivo de sus hijos.

Los niños que demuestran esta clase de actitudes, necesitan de la comprensión y el apoyo de adultos, razón por la cual la labor principal de todos no debe ser llevar a cabo un diagnóstico preciso o colocar una etiqueta, sino más bien la de proporcionar ayuda en el momento que se requiera.

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Por consiguiente, es crucial tener bien en claro cuáles son las señales de conductas que deberían alarmarnos para así identificar por lo que puede estar pasando el pequeño. Los psicólogos han desarrollado una serie de criterios generales que nos permitirán determinar si el niño padece de agresividad. Estos son los siguientes:

  • A menudo se enfadan con suma intensidad.
  • Se encuentran extremadamente irritables, son muy impulsivos y tienen muchas dificultades para lograr mantener la concentración. Por consiguiente, también se frustran con facilidad.
  • Cuentan con un mal rendimiento en la escuela, lo que les impide participar en el aula y en otras actividades académicas.
  • Tienen problemas para actuar adecuadamente en situaciones sociales, comunicarse y entablar amistades.
  • Discuten de manera constante con miembros de su familia y no respetan la autoridad de sus padres, maestros o superiores. Esto ocasiona que desafíen a cualquiera y no obedezcan las reglas.
  • Pelean y atacan físicamente a otros niños e inclusive adultos.
  • Con frecuencia niegan a toda costa la responsabilidad de sus malos actos y culpan a los demás.
  • Protestan por cualquier cosa que se les mande a hacer.
  • Son incapaces de hablar y gritan sin razón aparente.
  • Al socializar se muestran envidiosos y algo vengativos.
  • Usan de forma intencional expresiones groseras.
  • Siempre están intentando atraer la atención de adultos y compañeros.

Es importante resaltar que, se supone que un niño es agresivo, cuando presenta al menos 4 de las señales que hemos mencionado, manifestándose en su comportamiento por un lapso de tiempo no inferior a los 6 meses. Esto lo hacen porque no tienen ni la menor idea de cómo protegerse y sobrevivir en este mundo sin mostrarse agresivos y enojados.

Los infantes que encajan en dichos criterios, suelen actuar de tal forma en todos los ámbitos de su vida: escuela, hogar, eventos sociales, competiciones deportivas, etc. Si no se tratan a tiempo estas conductas, pueden llegar a persistir durante los años próximos. A partir de los 6 años, el niño es capaz de aprender a moldear la conducta violenta sin que nos demos cuenta.

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Causas

En general, las causas de la agresividad en niños de 6 a 12 años suelen ser muy variadas, ya que podrían tratarse de trastornos de aprendizaje, conductuales o emocionales, que dificultan significativamente su forma de escuchar, concentrarse o asimilar sus sentimientos.

También podría pasar que el niño esté viviendo una mala experiencia que resulte traumática para él, como es el caso de un divorcio, por colocar un ejemplo. No obstante, en la mayoría de los casos, los niños se convierten en agresivos porque han sido testigos de agresiones previas.

Pero, sin dar tantas vueltas en el asunto, a continuación, procederemos a enumerar y profundizar en algunas de las causas más comunes del comportamiento agresivo en la actualidad. Estas son:

Problemas familiares

Como ya todos los sabemos, la familia funciona como uno de los elementos más trascendentales dentro del ámbito sociocultural de un niño. En un inicio, este núcleo lo es todo para su desarrollo, puesto que desempeña el papel principal de modelo de actitud, disciplina, conducta y comportamiento.

Por tal motivo, se le considera como el factor más influyente en la construcción de una conducta agresiva. Diversos estudios alrededor del mundo han concluido que, el tipo de disciplina que una familia ejerza sobre un niño, será el responsable de la creación de su conducta agresiva.

Padres o figuras de autoridad que sean pocos exigentes, tengan actitudes hostiles hacia el infante y siempre lo estén desaprobando y castigando mediante agresiones físicas o amenazas constantes, sin lugar a dudas estarán fomentando su agresividad.

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Tanto las peleas, como los problemas y los cambios en el hogar, serán grandes causantes de estrés en el pequeño, provocando que aparezcan reacciones agresivas ante situaciones que no lo ameritan, en especial si ha visto con anterioridad a alguien de la familia comportarse así.

Aunado a ello, otro factor determinante para incitar al niño en la amplia gama de la agresividad, es cuando la relación entre progenitores es tensa y continuo. De hecho, dentro del factor sociocultural incidirán tanto el lugar en donde se viva, como la constante presencia de expresiones que promuevan la agresividad, por ejemplo: “¡Deja de ser tan cobarde!”.

Problemas de salud

Es bastante común que existan factores orgánicos de tipo hormonal, problemas neurológicos, estados de mala nutrición o ciertas enfermedades somáticas que, de igual manera, influyan considerablemente en el comportamiento agresivo de niños de edades comprendidas entre los 6 y 12 años.

Trastornos de conducta

En la tercera posición de las causas más frecuentes, hallamos a los trastornos de conducta, los cuales se centran en un patrón repetitivo y persistente del comportamiento en el que, por lo general, las reglas sociales establecidas que se relacionan con la edad y los derechos básicos de los demás son transgredidos constantemente.

Además, dichos trastornos tienden a involucrar conductas de agresión severa, siendo las personas y los animales las principales víctimas. A menudo los niños que presentan estos síntomas, disfrutan comenzar discusiones y presentar resistencia ante cualquier cosa que se les asigne.

A esto se le suma también comportamientos combinados con el Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), debido a que con regularidad ocasionan que a los pequeños se les tilde de niños problemáticos y se les suspenda en la escuela.

Aunado a la ayuda profesional de psicopedagogos, psicólogos, psiquiatras y docentes, los padres deben llevar una adecuada educación en las casas. El menor necesita obligatoriamente que de vez en cuando se le fijen límites y se les enseñe a cómo controlar su agresividad de la mejor manera.

Trastornos del aprendizaje

No resulta para nada raro que, si un infante padece de un trastorno de aprendizaje y se la dificulte leer, escribir y realizar sus actividades académicas, tienda a descargar su frustración por medio de la agresión.

Según los expertos, la frustración facilita que surja la agresividad y funciona como un excelente caldo de cultivo para que se desarrollen conductas hostiles en los niños. Con respecto al factor social, usualmente los individuos no poseen las estrategias verbales suficientes como para afrontar las situaciones difíciles y recurren al enojo.

Traumas emocionales

Serios traumas emocionales en el hogar como, el abuso sexual, es más que obvio que en los infantes pueden provocar profunda ansiedad, miedo y depresión. Por tal motivo, estos buscan algún método de liberar sus emociones y encuentran en la agresión el modo más fácil de hacerlo.

Es sumamente normal que el niño intente provocar a un adulto para que él pueda intervenir en su lugar y controlar sus impulsos de agresividad, puesto no puede con este peso todo el tiempo.

Por otra parte, unos cuantos estudios han comprobado también que, en los casos en los que bebés son destetados de una manera repentina y se disminuye la comunicación con sus madres, los niños a la larga desarrollan características como ansiedad, desconfianza, crueldad y egoísmo.

Exposición a contenido audiovisual violento

Por último, un sinnúmero de expertos aseguran que ser testigo de violencia en programas de televisión, películas, series o vídeos, pueden acarrear a la aparición de la agresividad en niños, al menos de una forma temporal si la exposición no es constante.

La violencia repercute sobre la agresividad, la cual comienza a registrarse ya a partir de los tres años y los pequeños desean imitarla, se identifican con ciertos tipos de personajes, ya sean víctimas o victimarios, y se vuelven inmunes al horror de esta clase de interacción.

Cuanto mayor sea el tiempo de exposición a programas televisivos de dicha índole, mayor es el riesgo de aceptación de la violencia como método de resolución de problemas. Se tiene que ser muy cuidadoso en este aspecto para evitar inconvenientes en un futuro.

Principales recomendaciones para corregir este comportamiento

En primer lugar, hay que tener en consideración que, para actuar ante la agresividad en niños de 6 a 12 años, se debe evitar a toda costa ponerse del mismo modo que ellos. Golpear, gritar o lanzar objetos nunca será la solución al problema.

Esto debido a que, el comportamiento que se tome, servirá de ejemplo para los niños con respecto a cómo actuar agresivamente en momentos de tensión. Siempre hay que demostrarles que es sencillo controlar el temperamento, de manera que se les enseñe que también es posible controlar el suyo.

Se tiene que intentar lo máximo posible ayudar al pequeño a reconocer y entender sus emociones, para así poder guiarlo hacia las maneras aceptables de demostrar su ira, miedo y desilusión. Entre las principales recomendaciones que te podemos dar para corregir este comportamiento encontramos:

Responde al instante ante conductas agresivas

Nunca se debe esperar a que el niño le pegue a su hermano en una segunda oportunidad, por ejemplo, para tomar cartas en el asunto y decir basta. El niño tiene que saber al instante que ha actuado mal y que habrá consecuencias por ello.

Se puede intentar la estrategia “Time-In”, en donde se para lo que se está haciendo y se le pide que tome asiento y permanezca en silencio por un momento. Luego hay que ofrecerle un abrazo, si así lo prefiere, o acercarse de forma amorosa.

Tras unos cuantos minutos, en los cuales debería calmarse, comienza hablarle acerca de lo sucedido, para que luego puedan reanudar todas sus actividades. En esta técnica, existe una vertiente diferente en la que se envía al pequeño a su habitación por unos minutos, “Time-Out”.

Procura tranquilizarte

Si ocurrió un hecho desagradable en el que hubo muchos gritos y pataletas, tal y como te lo recomendamos en el apartado anterior, deja que las aguas se calmen y prosigue con la discusión de una forma más adecuada antes de que se olvide el episodio. Para un mejor resultado, lo idóneo sería un par de horas después.

Durante ese lapso de tiempo, revisa detenidamente cuáles fueron las circunstancias que lo llevaron a comportarse de ese modo, pues tendrás que pedirle a él que te expliqué que creen que lo desencadenó.

Procura dejar bien en claro que es completamente normal enfadarse, pero lo que no está bien es expresarlo de tal manera, ni golpeando, ni mordiendo, ni muchos menos dando patadas. Sugiérele otras formas de responder, como diciendo verbalmente lo que siente o incluso alejándose de la situación o de la persona si lo prefiere, para que obtenga el tiempo necesario para calmarse y pensar qué debe hacer.

Mantén una disciplina constante

De ser posible, actúa ante cada episodio de agresividad del mismo modo, de forma que con el tiempo tu respuesta será consecuente a esta clase de conductas y creará un patrón que el niño reconocerá rápidamente. Así no lo quedará de otra más que internalizar tal patrón y anticiparse a las consecuencias antes de actuar, básicamente se trata del primer paso para controlar su propio comportamiento.

Fomenta siempre el autocontrol

En vez de prestarle atención al infante sólo cuando se comporta mal, procura hacer énfasis también en las ocasiones en las que es bueno. Recálcale que el autocontrol y la resolución de conflictos son destrezas que necesitará para lograr el éxito que se merece y, de igual manera, ser apreciado por los demás. Recompénsalo si así lo requieres.

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